jueves, 31 de marzo de 2016

Isis - La Mujer - Origen y Esencia





En el mundo antiguo se concebía a la Tierra como un cuerpo vivo, un ser vivo, reconocido desde el comienzo de los tiempos como la Madre Tierra. El poder de la vida tiene su origen en el contenido de la naturaleza.

Así en la Prehistoria y en algunas regiones todavía a principios de los tiempos históricos, estuvo vigente una sociedad matriarcal pacífica virginal, entendida como una mujer que es virgen, es completa-en-si-misma, en la que lo femenino jugaba el papel principal en el mundo social, las mujeres ejercían su autoridad sobre sus descendientes matrilineales reunidos en tribus independientes, este poder era el político, económico, religioso.

Vivian en comunidades sin guerras porque la autoridad era ejercida legítimamente por descendientes matrilineales de la madre Ancestral, la diosa que había dado origen al pueblo, de este modo se aceptaba de igual manera la legalidad del poder de la mujer.

El rol femenino era concebido como un poder mágico, elevándola a lo divino, la mujer fértil, la de grandes pechos, de vientre robusto paso a ser sacerdotisa y reflejo de la Gran Madre Tierra.  Y antes de la era patriarcal, los pueblos de todo el mundo consideraban los principios del universo como propios de la diosa y de sus símbolos, la hembra que produce el nacimiento y la vida.

Los mitos de la creación de innumerables culturas dan testimonio, de este fenómeno y del papel que ha desempeñado el principio femenino en la conformación del mundo en el que habitamos.

Los misterios primordiales de lo femenino siempre se han asociado con la vegetación, a través de la intimidad de las mujeres con el mundo de las plantas. Las flores, las frutas, el maíz y el trigo no eran únicamente fuentes de alimento, sino símbolos de fertilidad.

En Egipto, la Diosa constituyó siempre un aspecto fundamental del panteón. En la época dinástica se dividió a la diosa buitre Nekbet en Nut, el cielo, la que existía desde la eternidad, la que creó el mundo y situó a Ra, el dios sol, en los cielos. Bajo la más conocida de sus múltiples formas, era la alada Isis, conmemorada como la Más Vieja entre las Viejas, que fundó las artes de la curación, la agricultura, el derecho y la justicia, también la monarquía.

La imagen de Isis, la Emperatriz como Gran Madre representa a la Tierra desde donde nace toda la vida y adonde retorna al final del ciclo natural.

Ha sido virgen, amante, madre y vieja. Tiene diez mil nombres y la han llamado Reina de los Cielos, ama de la Oscuridad, Señora de las Cosas Salvajes, Tejedora de la Tela; aunque su nombre cambia de una cultura a otra, sigue siendo la gran madre, la que todo lo da, la que produce la vida y alimenta de su propio cuerpo.

Es al mismo tiempo, la tierra y la luna, sus símbolos y leyendas son ejemplos de historias que se encuentran por todo el mundo y en cualquier época, estableciendo a una diosa como fuerza creadora del universo. Es la base de la espiritualidad de las mujeres, de la magia y como en el culto de la diosa cada mujer es una parte de la madre creadora, resulta que cada mujer participa en la creación por sus propios actos de nacimiento y modelado.

Sus santuarios se encontraban por todas partes, pues en todas partes moraba: junto al hogar, en el pozo o el manantial sagrado que forma la catedral de la naturaleza, en la cueva más profunda, en la montaña más alta.

Isis simbolizaba el equilibrio de la conciencia y la energía femenina dentro de la sociedad y de la religión. Sus sacerdotisas tenían la capacidad de transmitir los poderes de lo divino y esta es una capacidad típicamente femenina que proviene del propio conocimiento del ser.  Convertirse en sacerdotisa significa bucear interiormente.

De sus conocimientos, de la sucesión de las constelaciones y de las estaciones derivaba su enorme poder, por lo que eran consultadas para predecir el porvenir, aconsejar el tiempo adecuado para sembrar, viajar, navegar o realizar otras empresas importantes... inventaron el sacerdocio. Durante muchos miles de años lo ejercieron en exclusiva y profetizaban basándose en la observación científica de los fenómenos atmosféricos, que hacían su aparición coincidentes con una precisa situación estelar.

Todos los nombres propios de mujeres derivan de nombres de la Diosa y todas nosotras sin excepción somos expresiones de la Madre, manifestaciones de la Diosa en la Tierra. El día que dejamos de amar la Tierra como nuestra Madre y a la mujer como su representante sagrada, fue el día que abandonamos el Jardín.

La Madre nos hace señas de que regresemos a ella antes de que nos destruyamos. Como la energía de la diosa Kundalini durmiente, ella pide ser redespertada en nosotras, de tal manera que podamos conocer una vez más la alegría y el propósito de la vida en el planeta.

La antigua cultura de Isis puede despertar en las mujeres el deseo por una vida comunitaria donde se comparten las cosas materiales o por una vida sin guerra. Un mundo deseado donde todos los niños sean queridos, o donde se exprese con libertad la sexualidad, enterrando modelos o ideas culturales acerca del amor.

”Tú eres Diosa"
La Diosa es la fuerza creadora del universo.
Cada mujer es parte de la madre creadora.

Toda mujer participa en la creación por sus propios actos de tomar en forma activa el control del poder, desde su propia vida, cada mujer participa en el SER y la creación de la DIOSA que hay en cada una.

El resurgir de la Mujer y la Diosa, la gran madre como fuente de toda la vida, aceptar y confirmar la ley natural de la Diosa forma parte de una herencia que empezó antes del principio de los tiempos y que continuará cuando este haya terminado.

Extracto de la monografía de Sol Carrillo Robalino, quien ya no está entre nosotros pero nos dejó un gran mensaje para reencontrar el poder femenino.