Canalizado por Gillian MacBeth-Louthan
Yo soy la que llega sobre las alas de la luz. Yo Soy María de Magdalena. En tiempos antiguos, muchos de ustedes estuvieron en la Sagrada Orden de Magdalena. No era un apellido. Era un título. Era una corona. Era un conocimiento. Cuando yo vivía soporté mucho odio impuesto sobre mi ser debido a mi posición y preparación. Soporté flechas envenenadas provenientes de ojos ajenos. Soporté palabras airadas. Me mantuve firme en mi Luz y las enseñanzas sagradas de mi Orden. No trastabillé en mi camino sino que mantuve un fuerte corazón de amor. No pedí misericordia porque sabía que estaba en una luz tan grande y tan hermosa que nada podía causarme angustia o fisuras en mi mundo o en mi corazón. Vi mi luz sólida, no como filamentos que flotan y serpentean en cada brisa cambiante, sino sólida como un manto.
Cada día, cuando despiertan a la gracia de Dios/Diosa, con la primera respiración al resurgir de los reinos del sueño, solidifiquen la luz que son. Ustedes penetran la Tierra y el Cielo con una columna de luz que se contrae o expande con cada respiración y cada pensamiento. Esta gran luz es la que deben condensar todos los días con sus palabras e intenciones.
Solidifiquen la luz desde el corazón mismo de la Madre Tierra subiendo por sus pies, por su cuerpo, hacia el amor que son. Su cotidianeidad los obliga a desnudarse de su verdadera divinidad. Picotea su cuerpo como un buitre. Ustedes permiten que toda la vida los borre. Cuando dejan que la vida los succione y tome su aliento mismo y su paz, ustedes hacen que sea una injusticia todo lo sagrado. La vida en la Tierra depende de ustedes para mantenerla sagrada. No tiene importancia si se embarcan en el reino de lo mágico o acampan en el lugar sagrado, porque sin ustedes es solo un planeta que gira.
Avancen como Luz solidificada, una Comitiva Sagrada de lo que no se puede disolver, de lo que no se puede quitar. Su Madre Tierra depende de ustedes, porque el corazón no late puro en muchos que tienen las llaves del poder. Véanse arraigadas, condensadas, desde el centro del corazón de la Tierra a través de su propio corazón ascendiendo hasta el corazón del Creador. Nada puede disolver la luz verdadera.
Mujeres de la Tierra -sin importar el color, el credo, el tamaño o la edad que tengan- yérganse y solidifiquen su luz. No se arrodillen rogándole al Universo que interceda en su favor. ¡Porque ustedes son todo lo que buscan y no puede ser de otra manera! Visualicen la luz condensada, la paz consolidada, el amor cohesionado. Vean las ondulaciones de luz. Véanlo como la trama misma de todo lo que alguna vez fue sagrado y ha sido olvidado.
Ustedes han olvidado que son la esencia del Cielo en la Tierra. Han olvidado fortalecer el amor que son, la belleza que son, la paz que son. Yo soy María Magdalena. Cada una de ustedes es de la Orden de la Magdalena. Sumas Sacerdotisas. Su lazo de sangre no ha terminado nunca, ni puede hacerlo. Ustedes no se han separado jamás de lo que son y lo que están destinadas a hacer. Simplemente lo han olvidado. Créanlo y es así.